Sunday, May 5, 2013

Innovación e ideología: A Coruña, foco del liberalismo gallego


                                                     Juan Díaz Porlier, Grabado de J. Cuevas



Las ciudades comparten una dualidad en sí mismas: por una parte, son creaciones y, por otra, actúan como creadoras. Su naturaleza como producto es evidente, son la consecuencia de la universal pregunta de cómo asentarse en un territorio. Al albergar, a partir de su creación, a determinada sociedad-con su mentalidad, cultura e identidad propia- comienzan a realizar funciones productoras; desde la ciudad emana una cultura urbana, específica y diferencial. Ello no supone, sin embargo, un aislamiento de la ciudad respecto a su entorno, ya que se producen complejas articulaciones a diversos niveles en los que la ciudad participa.

La propia identidad de la sociedad urbana puede actuar por su naturaleza como agente de cambio y progreso, facilitando el desarrollo de innovaciones y la entrada de novedades o, en cambio, puede suceder que se de la situación totalmente contraria: la perpetuación y la inmovilidad como rasgos característicos. Que decir que la complejidad de analizar espacios más o menos dinámicos está condicionada por el momento histórico que estemos observando.
 Nos centraremos en este caso en entender el desarrollo de una mentalidad abierta y progresista en la ciudad gallega de A Coruña. Comenzaremos por atender, en esta reflexión, a la vinculación de esta ciudad con el vitalismo liberal de principios del siglo XIX. Como ciudad costera y especialmente abierta al mar, gracias a su geografía peninsular, A Coruña ha sido una ciudad abierta, con mayor capacidad para recibir influencias foráneas y asimilarlas, renovando y transformando costumbres e ideas.

            En los albores del siglo XIX, A Coruña se convierte en un evidente foco del liberalismo. La ciudad poseía una creciente burguesía de origen diverso que, desde mediados del siglo XVIII y amparándose en la liberalización comercial con América, desarrollaba sus actividades industriales y comerciales. Los integrantes de esta burguesía, apoyados por militares y empleados del gobierno, conformaron el grupo más numeroso y vital del liberalismo gallego. La oposición, que obviamente la había, estuvo personificada en los frailes Manuel Martínez, Juan Chacón y Nicolás de Castro. Como apunta Consuelo Mariñó, la burguesía coruñesa pese a su ideología liberal siguió vinculada con una mentalidad tradicional en cuanto a costumbres y objetivos, aspirando a convertirse en rentista.

Mientras que A Coruña se sumo rápidamente al movimiento liberal,  jurando la Constitución de 1812, el influjo de este movimiento fue minoritario en otros lugares de Galicia, controlados por una hidalguía y clero tradicionalista y reaccionario a los nuevos aires liberales que impidieron, en todo lo posible, la ejecución de las leyes dictadas desde Cádiz.

            La atmósfera de libertad se manifestó en el incremento de los periódicos y publicaciones progresistas; llegaron a haber diez en la ciudad entre 1808-1814, entre los que se encontraban como más destacados: El Semanario Político, histórico y literario de la Coruña de Pardo de Andrade y el Ciudadano por la Constitución de Marcelino Calero[1]. Mientras las ideas liberales se propagaban con fuerza por diversas instituciones (Real Consulado, Escuela de Naútica y Audiencia), los burgueses se organizaron en Sociedades, como el Club de la Esperanza, integrado por Pedro de Llano, Marcial de Adalid, Don Juan Antonio de la Vega, el capitán general Lacy, Juan Nepomuceno Ezcudia, Valentín Foronda, Antonio de la Peña, Luis Pullero, Franciso Gurrea y otros miembros de la burguesía, burocracia y de oficios liberales de la ciudad.

La vuelta de Fernando VII, que con tantas esperanzas era conocido como “El Deseado”, supuso el retroceso de todo lo conseguido: la Constitución gaditana era derogada en noviembre de 1814. Comenzó el desmantelamiento de todo aquello que se identificaba con el liberalismo; la prensa desapareció, volvió a instaurarse la Inquisición que comenzó a realizar detenciones, se difundió la propaganda antiliberal,  se depuraron los cargos públicos en la Administración y el Ejército y  los liberales, ante la persecución que se cernía sobre ellos, huyeron al extranjero. Al año siguiente de la vuelta de Fernando VII, el mariscal de campo Díaz Porlier encabeza un levantamiento, apoyado por la burguesía e intelectualidad coruñesa, con el fin de restaurar la Constitución de Cádiz. Controlan la ciudad y constituyen una junta pero fracasan. A pesar de su ligazón con el liberalismo no estalla el entusiasmo público por la ciudad, ante esto se lamentaba Porlier:

“Siendo su indiferencia poco propicia y desconcertante para un pueblo que, sometido a las penurias en que todos estamos, no parece demostrar ningún deseo de recobrar su pérdida libertad”[2]

Finalmente los sublevados son detenidos, juzgados y ajusticiados el 23 de octubre en la plaza da Forca en A Coruña. La memoria de Porlier pertenece ya a  la de la tradición liberal y progresista de la ciudad y permanece como un símbolo, al que se ha acudido en muchos actos, como por el ejemplo: en el hermanamiento con la ciudad de Cádiz, en la celebración de la Constitución de 1812 o en actos relacionados con la Primera y Segunda República.
Habrá que esperar a 1820 para que un nuevo levantamiento liberal reaccione ante el tradicionalismo de Fernando VII. Después del pronunciamiento de Rafael del Riego, la guarnición de A Coruña que mantenía, a pesar de las purgas, su mentalidad liberal secunda el pronunciamiento y constituye una Junta Superior de Gobierno. Durante el período que acababa de abrirse, conocido como Trienio Liberal (1820-1823) A Coruña vuelve a participar activamente, dentro del ideal liberal, nombrando cuatro diputados: José Alonso y López, José María Moscoso, Estanislao Peñafiel y el general Quiroga.   

Pero de nuevo la reacción conservadora se abate sobre la nueva experiencia liberal, el  16 julio de 1823 la Santa Alianza, al mando del general Burke, cercó la ciudad, gobernada por liberales, y la rindió. Para evitar males mayores y dada la rebeldía de la ciudad se traslada la sede de la capitanía general a Santiago para evitar una posible sublevación liberal. Los liberales de la ciudad se exilian ante el complicado panorama, muchos de ellos se dirigen hacia Gran Bretaña, como Juana de Vega y Francisco Espoz y Mina. Finalmente, con la muerte de Fernando VII se abrió el camino hacia la consecución del objetivo por el que habían estado luchando: la instauración de un Estado Liberal.


Bibliografía recomendada:

BARREIRO, X.R, Historia de la Ciudad de La Coruña, Biblioteca Gallega, A Coruña, 1986
ARMESTO, V., Los liberales coruñeses, Ayuntamiento de A Coruña, A Coruña, 1996
GONZÁLEZ CATOYRA, A., Temas Coruñeses, A Coruña,  1991


[1] GONZÁLEZ CATOYRA, A., Temas Coruñeses, A Coruña,  1991, p.321
[2] ARMESTO, V., Los liberales coruñeses, Ayuntamiento de A Coruña, A Coruña, 1996, p.158


Enlace:
Entrevista a la historiadora Consuelo Mariño


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